Roque, historia de un “buscador”

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Roque es el paradigma del “buscador espiritual”,  un alma inquieta que ha transitado múltiples caminos buscando lo que hacemos todos consciente o inconscientemente, una razón para vivir y una explicación a este mundo inasible  que habitamos.  Su trayectoria es bastante representativa de la oferta actual del “mercado espiritual”  y por eso a través de su voz la trasladamos hoy aquí  por si su experiencia sirve de ayuda a los que se afanan en  encontrar respuestas y alivio a los  interrogantes que nos plantea la existencia.

 Pedro Puialto.  Santiago 8 de noviembre de 2017.   Roque Torres Moreira  (Porto do Son,  1953). Estudió magisterio en Santiago de Compostela,  ejerce de funcionario del Concello en donde nació y desde hace largos años da clases de yoga y meditación en Ribeira y en Noia.  Vive con su familia en una casa de campo e iniciamos este relato una soleada tarde sentados en una puerta lateral de la Capilla de la Atalaya, en O Son, frente al mar de Muros.  Después de esto continuamos  comunicándonos  y  asistí con gran placer a uno de los talleres de yoga y meditación que organiza de vez en cuando en una apacible casa en el mágico lugar de la Lagoa de Xuño.

Pronto se inició como “buscador” y a interesarse por la filosofía, la poesía y el mundo espiritual. Prematuramente rebotado de la tradición católica y de cierta política no encontraba lugar en el que aposentar su inquietud.  Insatisfacción, búsqueda, tratar de encontrar sentido a sí mismo y al mundo se convirtieron en una obsesión.  Todo un largo camino con duros desiertos y algún oasis, también algunos de ginebra y de otras hierbas. Un recorrido inacabable.  Esta es su voz:

Comienzo en el yoga

«Mi adolescencia y primera juventud pasó entre Santiago y Porto Son,  en esa época viajaba con cierta frecuencia en tren y en auto-stop por España.  Esos viajes  me daban sensación de libertad pero siempre regresaba al Son, necesitaba volver a la naturaleza.  Allí me sentaba sin ninguna clase de técnica en especial en las playas y en los montes, aun no sabía que eso se llamaba meditación, simplemente me sentaba a escuchar. Realmente no sabía lo que estaba haciendo, pero me fascinaba el silencio siempre presente en el  fondo de todas las cosas.

Un día encontré un  libro de yoga en Santiago y comencé a practicar por mi cuenta, hasta que años más tarde contacté con la escuela Sivananda de Vigo de Manuel Agulla,  “Mádhana”  (ver el post “Los Orígenes del Yoga en Galicia”  en este mismo blog).

Durante los curso 82 y 83 estuve trabajando en  Ribeira de profesor de EGB.  Fue al  terminar el contrato cuando me fui al curso de un mes de formación de yoga de Sivananda  en Valmorín  ( Montreal , Canadá )  en el año 84.  Lo impartía  Swami Vishnudevananda (1927-1993) uno de los discípulos directos de Swami Sivananda (1887-1963) y  que había sido comisionado  por el maestro para  introducir el yoga en Occidente, para lo que organizaba  estos cursos de formación de profesores desde el año 1969 en diferentes lugares del mundo.  En general  fue una experiencia interesante, un curso muy completo en cuanto a la filosofía del yoga y al conocimiento y práctica de las asanas.

Aprendí lo básico para poder seguir practicando por mi cuenta, pero al mismo tiempo quedé decepcionado porque   encontré mucho “devoto” dependiente de los maestros y dispuestos a tragar lo que le echaran.  Pensé que era salir de una iglesia para entrar en otra y eso no era lo que buscaba.

Después del curso me quedé unos días de retiro en los bosques de Canadá y antes de regresar pasé un mes  en New York, simplemente paseando asombrado por sus avenidas.  Estando en New York me comunicaron que iba a cobrar el paro. Era una experiencia nueva que prometía, así que me vine para Galicia dispuesto a vivir como “un rey” una temporadita. Me instalé en A Coruña y acabé viviendo durante unos meses en el centro Sivananda de Soma (ver también el post “Los Orígenes del Yoga en Galicia”  en este mismo blog ) dando clases como ayudante  para pagarme la estancia. Practicaba duro con la intención  de subir la kundalini hasta la coronilla.  Nadie sabía muy bien lo que era eso pero el Maestro y los libros decían que era la hostia y yo quería alcanzar esa experiencia. La verdad es que en esa época me atraía mucho realizar en mí la boda mística de Shiva y Shakti en el altar del Sahasrara. Siempre me pareció una simbología muy hermosa.

Aunque practicaba con fe no me sentía muy atraído por el ambiente “yóguico”,  no acababa de integrarme en su mundo. No sabía lo que buscaba, pero sabía que aquello no era. Tenía claro  que no quería parecerme al maestro y demás swamis. Agradeciendo al yoga todo lo que me aportó,  no me quedó otra que cambiar de aires.

RokePaseandoPolaPraiadasFurnasRoque paseando en la época por la playa das Furnas.

Poesía y otras hierbas

Realmente puedo decir que mi búsqueda empezó con la poesía;   leía y releía emocionado a Walt Whitman, Octavio Paz, Rilke, J.R.Jiménez, Robert Graves…,  creo que buscaba en la poesía  la belleza y  la esencia de las cosas. Y  a través de la poesía persa,  y especialmente de la de Omar Khayyam  y de Rumi, acabé ingresando en la la tariqa Naqshbandi  de una organización sufí. .   En  primavera y en  verano había reuniones en Arcos de la Frontera con gente de todo el mundo y el resto del año hacíamos trabajo individual y de grupo.  Era otro ambiente muy distinto al del Yoga. La gente parecía más natural, no eran abstemios ni renunciantes:  “Estar en el mundo sin ser del mundo” se decía, y a mí me gustaba ese concepto.

A pesar de eso al cabo de algún tiempo noté que me estaba estancando y fui perdiendo confianza en la organización. Volví a encontrarme con la misma  dependencia emocional y exaltación del gurú,  con la autoimportancia de pertenencia  al grupo,  el exotismo y la contradicción. Y a pesar de que estaba “enganchado” al Tratado de la Unidad  de ibn Arabí y a algunos textos de Henry Corbin, que leía por mi cuenta, decidí que aquello no era lo mío. Aún así la inercia y la esperanza me  mantuvieron  12 años en la Tradición Sufí.  Cuando lo dejé ya nunca más  volví  a pertenecer a ninguna otra organización.

casaXuñoLa primitiva casa de Xuño, hoy devenida en mansión

 La casa de Xuño

Desde los años ochenta tenía alquilada una casa cerca de la Lagoa de Sampedro y de la playa de las  Furnas con mi amigo Carlos Sánchez Pardo, más conocido como Carlos Montaña.

Yo necesitaba un lugar a donde regresar y esta casa era el lugar ideal.  En principio solo buscaba un sitio en la naturaleza porque el paisaje siempre me dio descanso, sentido de la belleza y me conectaba con ese algo que andaba buscando, pero aquel lugar pronto se convirtió en un punto de encuentro en donde se juntaba una mezcolanza de desencantados políticos, místicos de diferentes colores,  hippies, fumadores de marihuana etc., lo cual tampoco estuvo nada mal: buenos amigos, paseos por la playa de  As Furnas, meditación, fiestas… Por esos lares también montaría su tipi indio Ananda (ver el mismo post citado de este blog).   Allí conocí a una amiga que me puso en contacto con los yoguis de Vigo y con Soma de A Coruña.

La verdad es que guardo buenos recuerdos de esa casa y aunque siempre estaba de fondo la inquietud de la búsqueda yo no era un místico retirado.  Necesitaba el retiro pero también necesitaba el mundo con sus gozos y sus sombras. En aquellos años con frecuencia subía al monte por las tardes y volvía al anochecer dispuesto a buscar una mujer que llevarme a la boca.  (Risas )

RoqueyCarlosXuñoRoque y su amigo Carlos Montaña

Meditación y contemplación

Tras abandonar el  sufismo me sentí libre para proseguir mi camino de búsqueda guiado por mi sed interior.  Tenía confianza en mi instinto, pero había tantas opciones  que aún tenía que agotar algunas más. Así que poco después conecté con los meditadores  de Vipassana de la escuela de Goenka  .  Empecé haciendo meditaciones con amigos que trabajaban en esa escuela,  hasta que fui a hacer un curso de diez días al centro Dhamma Neru de Cataluña.  En general el curso me gustó: la experiencia del silencio, tratar de ser ecuánime durante tantas horas de quietud física, darse cuenta de cómo la mente multiplica ese sufrimiento, ser testigo de los patrones de pensamiento, contemplar la impermanencia… , todo eso me pareció muy interesante y muy útil y los pocos momentos de presencia tranquila y ecuánime muy reconfortantes.

¿Pero a dónde me llevaba esto? Ser guiado por  las grabaciones de los discursos de Goenka no me convenció nada de nada,  así como su proyecto de liberación.   La enseñanza de Goenka es la explicación y desarrollo práctico de las Cuatro Nobles Verdades según la tradición de una escuela birmana. Su esencia para salir del sufrimiento es permanecer consciente y ecuánime de forma continua sin generar nuevos sankaras y erradicando los viejos, ya sea caminando, sentado, trabajando, bebiendo, hablando… ¿y durmiendo? ¿Quién va a observar al soñador?  O sea, toda una vida (o miles) de guardia sin pestañear a la puerta de la generación de sensaciones. ¡Un camino imposible e interminable!

Me parece que va contra natura tener  que estar tanto tiempo sentado observando las sensaciones para, con un poco de suerte, renacer como monje y así tener más tiempo para más de lo  mismo hasta “destruir la casa”,  como si mal no recuerdo decía Goenka. No, no  era eso lo que buscaba. No obstante continué practicando durante un tiempo por mi cuenta y  en pequeños retiros de  fin de semana en Santiago y en el monasterio de Sobrado dos Monxes.

Por otra parte considero que su método es muy útil y práctico ,  y que puede ayudar a mantener la templanza y serenidad así como la atención y ecuanimidad en la vida cotidiana. Dar más amplitud  a ese tiempo de la reacción impulsiva. Esta meditación la incluyo como  práctica habitual en mis sesiones de yoga, aunque con menos tiempo y algo adaptada.

Aproximadamente por esa época comencé a leer a los clásicos del Zen: Hakuin, Huang Po, Seng-Tsan y compañía. Otra forma de entender la enseñanza del Budha.  Bellísimos desde el punto de vista  literario y muy inspiradores desde la perspectiva del buscador.

Un día surgió en mí una repentina atracción por la contemplación cristiana. Al principio me pareció muy extraño, ¿cómo puedo sentir esto si ya lo he dejado atrás?  Pero  fue muy interesante cómo se presentó esta atracción;   era como purificar y quemar los miedos infantiles de mi educación católica. Leía y releía con entusiasmo a San Juan de la Cruz, al Maestro Eckhart    y a La Nube del No Saber  y durante un par de años estuve practicando a diario la contemplación, especialmente el método de Oración Centrante  del Padre Keating.  Me atraía con fuerza el Silencio, entregarme a la Nube del No saber y en tinieblas ponerme al alcance del Espíritu.  Mirando hacia atrás me parece que este fue un buen trabajo, un trabajo de reconciliación con la tradición de mi infancia.

Esto me llevó a  los retiros de meditación de  Willigis Jäger en  Segovia,  en donde se hacía un trabajo de fusión entre el zen y el misticismo cristiano de San Juan de la Cruz y del Maestro Eckhart    . No estuvo mal y Willigis Jäger me pareció una persona honesta y respetable,  pero no me atrajo ni me convenció su trabajo.

Por esta época hubo un tiempo también para darle vueltas y más vueltas al Eneagrama, así  como para terapias alrededor de “La enfermedad como camino”. Un camino inacabable de ciegos guiando a otros ciegos.

UG y Nisargadatta

Guiado por mi instinto o dando palos de ciego buscando “mi camino”, fascinado por las preguntas “¿qué es lo que estoy buscando?”,   “¿existe realmente eso que busco?”, un día curioseando por internet sobre Jidu Krishnamurti, al que llevaba un tiempo leyendo con interés, me encontré con el Krishnamurti  “malo”, UG Krishnamurti.  :  ”No existe el ego, no existe el yo, no existe el espíritu, no existe el alma y no existe la mente . Esto elimina toda la lista y no hay forma de descubrir lo que queda” … Percibí tanta seguridad en sus palabras que me asusté. Leer esto  y escapar corriendo fue una misma cosa.  Yo aún tenía en mí el sabor del alma de la contemplación cristiana y este señor venía, así sin más,  a destruir mi casa.  Sentí que no era el momento, aún no estaba preparado para escucharlo. Después de un tiempo me volvería a encontrar con él, mejor dicho saldría yo a buscarlo.

Entonces tuve un descubrimiento importante, un enamoramiento: Sri Nisargadatta Maharaj    .  Me lo “presentó” una amiga totalmente alejada de los círculos de buscadores y comencé a leer los libros en los que se recogen sus charlas y conversaciones  

Me cautivó su enseñanza tan simple  (ya hacía tiempo que intuía que  lo auténtico tiene que ser simple), y creo que por primera vez sentí que la búsqueda era impersonal,  un sueño del ego, una historia del pensamiento, un sueño dentro del sueño. “Abandona todo lo que has leído y escuchado – decía –   y simplemente estabilízate en la  sensación de ser consciente. Deja que eso sea tu guía. Todo depende de la aparición de esa consciencia. Si esta consciencia está aquí, entonces también acontece la aparición del mundo. Si no hay ninguna consciencia, entonces no hay ningún mundo.”

Curiosamente concentrarte en esa Sensación de Ser es lo que aconseja el autor anónimo de la Nube del No Saber en su libro La Orientación Particular  .   Creo que me pasaba gran parte del día tratando de vivir en esta AUTOCONSCIENCIA.

En esta época lo expresé así:

¡Esta sensación de sentirse ser! 
¿Qué otra cosa ,qué otro pensamiento,
que otra sensación puede ser mas cierta?
Qué otra guía, que otro ángel, que otro amor 
puede ser más auténtico, más real?
¿Cómo puede ser saboreada la divinidad en su creación?
¿Cómo vamos a recibir a la madre de todas las cosas?

Este amor de ser
es el corazón de la compasión
el vientre de la misericordia.

El fondo de la mente.
Es el principio y el fin.
No hay a donde ir:
siempre es aquí,
siempre es ahora.

¿De qué preocuparse? 
¿Quién decide tomar un camino
o abandonarlo?,
¿Quien soy yo?,
¿Dónde estoy para hacer esto 
o dejarlo de hacer?.
Quién puede perder
o quién puede ganar
en cada decisión?

¡Cuanto tiempo!
cuantos años persiguiendo espejismos,
navegando a la deriva
entre el miedo y el deseo,
entre el sufrimiento y el placer.
Entre la baja y la alta autoestima,
temiendo a unos,
pisando a otros,
admirando y despreciando.
Construyendo una ilusión, 
una máscara con la que presentarme
ante mi mismo

y ante el mundo.

¡Cuánto trabajo!,

¡Cuánto sufrimiento!
¡Cuánto engaño
para descubrir

que no hay nadie,
solo la inmensa belleza del mar
susurrando cada día!.

Pedro Rodea y de nuevo UG

Mientras estaba inmerso en la enseñanza de Nisargadatta establecí contacto con Pedro Rodea .  Este hombre  es, en mi opinión, un gran investigador de la auto-indagación del ser. Escribió unos cuantos libros curiosos a base de “proposiciones”.  Durante un tiempo me sumergí en su enseñanza.  Nunca lo vi personalmente pero hablábamos por teléfono de vez en cuando.  Decía que cuando uno siente la angustia o el fuego el primer impulso es salir fuera a buscar alivio….pero ese fuego, ese Fuego es el Corazón, es la Luz para descubrir lo  que nunca ha faltado…que es nosotros mismos…nosotros mismos no faltamos nunca. Ese nosotros es la AUTOCONSCIENCIA o SENSACIÓN DE SER.

Su proposición:  “¿Cómo hago que yo estoy viviendo?”  es un auténtico koan. Me parece de lo más radical, de lo más potente para desenmascarar al engreído personaje que se cree el hacedor de su vida.  Esta proposición solo desaparece en el Silencio.

Desde hace un tiempo reconoce que su búsqueda se acabó.

En esa época sucedieron unas experiencias que intento expresar en el texto “La naturaleza del Satori” y,  fiel a “mi estilo”, abandoné a Pedro al que  sin embargo le estoy muy agradecido.

Fue después de estas experiencias cuando busqué de nuevo a UG.Krishnamurti .   (no confundir a éste con el más conocido Jiddu Krishnamurti).  Lo que él llama el estado natural resonaba en mi ser:  “Este “estado natural” no es tan sólo mi estado particular. Es vuestro estado natural también y no sólo el mío. No es el estado de un hombre que ha “realizado” a Dios; no es el estado de alguien auto-realizado. No es el estado de un hombre santo. Es el estado natural de cada uno de ustedes. Pero debido a que están pendientes de alguien más y a que están buscando alguna clase de liberación, es por lo que están perdidos.”

En este momento yo ya no buscaba más información para tratar de comprender más y más sino que  simplemente “sentía” de lo que estaba hablando UG.

Por supuesto que no estoy de acuerdo con todas sus opiniones, sin embargo fue lo único fresco y original que encontré entonces y  que aún vuelvo a releer alguna vez.

El final de la búsqueda

Estas experiencias marcaron un antes y un después. Ahora puedo interesarme por lo que realmente me gusta sin estar compelido a tener que saber más , sin sentir el apremio de  que debo de estar haciendo algo más “espiritual” para ver si me ilumino de una vez.   Y no es que ahora sepa mucho o poco, es que se fue la sed de saber y quedó la paz de “no saber”.

Antes yo vivía inmerso en la ansiedad de la pregunta  “¿Quién soy yo?”  y sus variantes. Ahora sigo sin saber, pero este “no saber” se convirtió en la certeza de que no hay nada que comprender a nivel del buscador.

Tampoco es que ya no sienta la atracción de lo Inefable, sino que sé que nunca puede ser experimentado por el conocimiento, por la consciencia, porque sucede al revés: es la consciencia la que “es vista” por lo Inefable. En realidad todos son conceptos, todo es mente.

A lo largo del camino, en ningún momento pretendí ser un yogui, o un sufí o un budista…Si tenía que serlo pues sí, pero no necesariamente, por lo que no me sentía incómodo cuando decidía cambiar el rumbo y navegar por otros mares.

Pienso que, en gran parte “los buscadores  espirituales” pertenecientes a una organización  están buscando el hogar en la Organización  y al padre  en la Autoridad del Gurú,  de ahí la dependencia emocional. La gran dificultad del buscador es que no está dispuesto a des-ilusionarse. La ilusión de la promesa de que un día en el futuro, en este mundo o en próximas reencarnaciones obtendrán lo que se les promete, es lo que les mantiene esperanzados, entretenidos y dependientes. Des-ilusionarse es salir de la ilusión, es acabar el juego, el final de la búsqueda.  Así lo escribí en su día:

“EL SABOR DE MÍ MISMO

No pretendo ser lo que otros fueron

Ni comprender lo que otros dicen que comprendieron.

¡Nadie sabe nada!

La tentación de convertirme en otro ya no está:

En la paz de mi propia ausencia

Aspiro mi perfume

Y encuentro el sabor de mí mismo.

El buscador espiritual vive con la inquietud de creer que le falta algo, y eso es como tener  una espina clavada en el culo. Una espina que no le permite parar y descansar en la paz inherente a su naturaleza.

Con esta espina clavada vive en un permanente estado de desasosiego, de llegar a ser eso que oyó, de llegar a ser eso que cree que tiene el maestro, ¡pero que nunca llega ni puede llegar! porque es como ese caballo que va persiguiendo una zanahoria atada a un palo que lleva  el jinete en la mano. Y lo curioso de la situación es que a pesar de la incomodidad que le produce esta espina realmente no quiere sacársela pues ya se volvió adicto a rascarse y a pesar del sufrimiento por el que pasa, a pesar del esfuerzo de las horas de sadhana*, está entretenido e identificado con el personaje “buscador espiritual”.

Pero puede ocurrir que llegue un momento en que el buscador se harte de rascar, que se canse de correr, o que simplemente tropiece y caiga, entonces puede ver la locura que perseguía.

La “búsqueda” es un asunto de intimidad. Y si algún método  puede haber sería  afinar la sinceridad. “¿qué es lo que estoy persiguiendo?”, “¿dónde nace esta inquietud?”,  “¿qué está siendo cierto ahora mismo?”  Para ello tiene que plantarse la autenticidad de su búsqueda, lo cual puede o no puede llevar a  dejar de pertenecer a lo que se está perteneciendo o dejar de practicar lo que se está practicando.

Por supuesto que solo estoy expresando mi opinión pues considero que cada uno tiene derecho a buscar lo que siente como una necesidad  y a seguir a quien quiera seguir, y nadie ajeno a uno mismo puede entrometerse.  En realidad nadie estamos haciendo nada.

 

RoqueXuñoOct2017Participantes en uno de los talleres de yoga y meditación que imparte Roque cerca de A Lagoa de Xuño

Profesor de  yoga

Entretejido en esta historia, a principios de los noventa y estando todavía en la Tradición sufí,  una profesora de un instituto de Ribeira me ofreció dar clases de yoga a los profesores del centro.  Yo ya había tenido allí un centro de yoga en los ochenta durante un par de años.  Aquellas clases empezaron a crecer y me llamaron de otros lugares por lo que  terminé retomando el yoga sin tenerlo previsto.

Entonces continué formándome para estar más preparado como profesor, asistiendo a cursos de distintas escuelas, especialmente a los del yoga de la energía de Pierre  Losa  . Actualmente doy  clases en Ribeira en la Asociación de Amas de  Casa y en una sala del Club Náutico.  También doy clases en Noia.

Mi interés en impartir estas  clases es ayudar a la gente a estar en  contacto con su “corporeidad”,  con su energía,  de manera que salgan de la abstracción, del miedo y de la preocupación a través de asumir lo que están sintiendo, lo que están percibiendo en el instante. La técnica al servicio del sentir, como diría Eric Baret.  Pero sin ningún reclamo, sin ninguna promesa de ningún tipo que los convierta en dependientes buscadores de un lejano horizonte.  En última instancia lo que todos deseamos es PAZ.

En las sesiones, aunque la base son las asanas de yoga,  incluyo técnicas de otras tradiciones  y sobre todo mi experiencia, lo que siento, lo que yo tengo integrado.  Es un yoga sencillo, técnicamente orientado al cuidado de la espalda y sin secretismos ni misticismos, partiendo siempre de la experiencia de la percepción física y energética del organismo.

Trato de hacerlo natural para que se pueda integrar fácilmente en lo cotidiano. Todo el mundo sabe lo que es una sensación, lo que es consciencia,  lo que es sentir, lo que es darse cuenta de la respiración sin necesidad de emplear palabras exóticas si no es necesario. De esta manera se  pueden incluir meditaciones profundas sin que el ego se entere de que está haciendo algo “muy profundo”. Procuro ser muy preciso con las palabras y las frases que utilizo para que las palabras lleven a la experiencia. También procuro aportar cierto sentido del humor para sacar gravedad y poder así practicar con una disposición suelta y alegre.
En resumen,  lo que me interesa es que los practicantes encuentren por si mimos la certeza de los beneficios del yoga, no porque lo digan unos libros, los cuales por cierto a veces exageran un poco para vender el producto, ni tampoco porque lo diga este maestro o este instructor, sino porque ellos lo están experimentando. Así no se confunden hablando de lo que oyen sino de lo que saben por sí mismos.

Básicamente la gente viene a las clases a “parar”, a  sentirse, a encontrar un poco de paz, a disfrutar de un tiempo para si mismas.  Si veo que alguien tiene más interés por indagar en los yogas entonces  las oriento lo mejor que puedo.

Para ilustrar lo que siento, aquí va esto que escribí en su día:

La naturaleza del Satori  

En esta larga noche

El sonido del agua

Dice lo que pienso.

                                     Gochiku

Creo que iba obsesionado y agotado con “mi búsqueda espiritual” aquella mañana paseando por un bosque cuando,  repentinamente desaparecieron los pensamientos (esto lo supe más tarde),  y solo quedó un estado de  energía puramente “animal”: frescura, originalidad, vitalidad, fuerza, pureza,  y sobretodo ausencia de «yo”. Esta consciencia apareció inesperadamente como un relámpago, y apareció con una rotundidad y una veracidad totalmente clara e indiscutible: “la evidencia física y vital de que “yo” no existo. No eran ideas de nadie, era una certeza que venía de “adentro” que no requería ninguna confirmación externa.

Me quedé como quien despierta y tiene la seguridad de que toda esa historia de anoche fue un sueño.

Esta ausencia de «mi mismo» fue lo más sorprendente: ¿Cómo era posible que “yo” no existiera?

Lo más curioso fue la comprensión de que realmente nunca había existido: Roque nunca existió.  ¿Cómo no lo ví hasta ahora? Estaba tan sorprendido por esta obviedad que me pareció una broma. ¿Cómo era posible haber estado tanto tiempo fascinado por esa idea de yo?

Como un torrente se desbordaba la comprensión: No es que yo no existiera es que nadie existía ni existió nunca. Nadie había nacido y nadie iba a morir. La idea de un “yo” era solo una alucinación compartida que no existía en realidad. ¡Y sobre esta alucinación compartida estaba construido todo el edificio de la espiritualidad!.

Esta comprensión no tenía que ver con la comprensión intelectual de “comprendo que el yo es una ilusión”. No, esta evidencia tenía un carácter energético y un sabor fresco, vital e indiscutible. Era la vida consciente de sí misma, un lugar jamás tocado por mi mente.

  Solo había este organismo, pleno de vivacidad y consciente. Todo estaba ocurriendo a nadie. “Yo” era solo era una ilusión, ¡qué des-engaño!, ¡qué des-ilusión tan completa!

Al no haber contenido psicológico, la idea que tenía de mí era la de ser un “organismo sentidor” por el que la Vida se estaba expresando de esa manera particular. La experiencia mística comparada con la pureza de esta consciencia resultaba impura, tocada por el pensamiento.

No había visiones beatíficas, no había amor hacia ningún dios, diosa o personaje de ninguna religión, no había ninguna experiencia oída, no había contemplación de nada, solo había consciencia pura. Creo que puedo decir: la consciencia del organismo libre de la psique. Así es como puedo imaginar la experiencia de Adán antes de ser expulsado del paraíso: inocencia y pureza.

Fue como caer del caballo, o como haber estado todo el tiempo caminando con una maleta en cada mano, y de pronto surge la ocurrencia de apoyarlas en el suelo y se comprende que no hay ni hubo tales maletas. Solo llevaba los puños apretados.¡ qué sorpresa! ¡qué liberación! ¡qué tontería!

Aunque esta experiencia me dejó “tocado”,  aparentemente todo siguió más o menos como siempre, y algunos meses más tarde, estando en el trabajo a primera hora de la mañana haciendo una fotocopia, tranquilo y pasmado mirando a la ventana, inesperadamente sucedió que, es una forma de expresarlo: el cuerpo, la energía física estaba separada del pensamiento. La vitalidad del organismo estaba aquí de pie y el pensamiento en cambio se movía en paralelo a este organismo.

Otra vez la energía vital libre del pensamiento, ¡la vida tocada en un punto tan vivo, tan fresco, tan original.!

Esta vez la certeza que apareció fue diferente, y el primer pensamiento que recuerdo fue: (te lo digo como me salió) ¡hostiá, todo es falso, todo lo que oí, leí, me contaron, todo es falso sin excepción! Esta certeza no necesitaba ser reflexionada ni la confirmación de ninguna autoridad externa. Era tan evidente que solo hay vitalidad, solo el funcionamiento del organismo no separado de la vida misma, y el pensamiento era algo sobreimpuesto a esta frescura. Realmente fue una sorpresa, y la verdad, es que esto no estaba en el guión de la búsqueda. Nunca se me hubiera ocurrido. ¡Con esto sí que no contaba! Y me sentí ¡tan corriente, tan normal, tan natural!

Esto tiró por los suelos la esperanza de que el pensamiento podría llevarme a la iluminación (ya lo sabía de boquilla, pero ahora era una certeza), y el concepto de iluminación y todos los que le acompañan se esfumaron. Todas las palabras que fueron escuchadas no contenían nada real, nada vital, nada originalmente inherente a mi naturaleza. Esto incluía a todo: grandes textos antiguos, las palabras de Nisargadatta, los textos y charlas con Pedro, (en esta época tenía conversaciones telefónicas con Pedro Rodea), creencias, y no digamos mis propias ideas e inquietudes.

Porque… ¿Qué hay que realizar? Si la realidad última, la verdad, lo absoluto, el ser y el no-ser, lo permanente y lo eterno son una invención del pensar,  ¡qué más da lo que busque!, cualquier cosa que busque: la paz, el amor, la iluminación…todo me aleja, todo son ideas de un mismo deseo, de un mismo querer: el deseo de un yo que quiere continuar, que quiere librarse de la incomodidad del sufrimiento y ser feliz para siempre. O sea puro yo-ísmo nutriéndose de la esperanza de que un día sucederá.  

Esta comprensión fue tan clara y tan rotunda que desde ese momento perdí el interés por todo bla bla bla, y de toda lectura “espiritual”. Todo tenía un sabor “caducado”, artificial, de falta de frescura y de autenticidad.  Al cabo de unos días resonaba en mí lo poco que había leído de  UG:”… tiene usted que tocar la vida en un punto donde nadie lo haya tocado antes. Nadie puede enseñarle a eso. Mientras siga repitiendo lo que otros han dicho, está usted perdido”.

A lo que él se refería era totalmente distinto de lo que cualquier gurú tradicional o moderno se refiere. Quizá  se adivine lo mismo en los textos de Huan Po,  Ikkyu … , pero, no sé, quedan demasiado lejos, ya son traducciones de traducciones: “¿Queréis saber a qué se parecían los grandes maestros? No tenían nada que no tengáis vosotros. Si intuís esto, no hay diferencia entre vosotros y esos viejos maestros. Si deseáis pareceros a ellos, dejad entonces de imitarlos….” (Lin-Chi) 

Realmente es tan personal que se vuelve incomunicable. Porque un satori nunca es lo que imaginamos, lo que esperamos por mucho que hayamos oído hablar de él. Con la información que tenemos del satori nos formamos una idea, y, precisamente esta idea se vuelve un obstáculo. Entre las ideas más comunes que nos formamos del satori es que es una experiencia de tipo “espiritual”.

Pero  nunca se parece a esto ni a aquello, y es así porque es imposible compararlo con cualquier experiencia dentro de lo conocido, por eso se hace imposible re-conocerlo.

No es una idea que se comprende o que se adquiere con la comprensión de información, el satori es energía despierta, energía nunca antes tocada por la consciencia. Por ello cabe la posibilidad de que  pueda afectar a la fisiología corporal.

No se puede llegar a él a través de la adquisición de  conocimiento, o de una técnica, no hay camino que conduzca a el: es un rayo que te cae encima y te fulmina estés caminando o estés sentado, o incluso bebiendo un gintonic. . Entonces, en esa frescura,  tiramos a todos los maestros y su sabiduría por la borda, y en la pobreza de solo sé que no sé nada ya no seguimos sino al  viento: si encuentras a Buda mátalo, se dice en el zen, quizá también se refiera a esto.

Pero matar a Buda no es ninguna broma. Cuestionar a la autoridad no es nada fácil ¿quién soy yo para atreverme a tirar del altar al reconocido sabio?, ¿es que soy un engreído, o es que soy un ignorante que no comprendo?

Cuando la conciencia aparece en su pureza, entonces ya no eres ni creyente ni ateo, lo que queda se expresa a su manera, y nunca sabré lo que es, porque lo que es es aquello que no se puede decir, y lo que se puede decir-como dijo Lao Tzu- no es el verdadero tao.

 «Este camino

ya nadie lo recorre.

Salvo el crepúsculo»         

Basho

 No se puede explicar en palabras, es como  aquel mondo (intercambio entre un discípulo y su maestro) zen:

«¿Existe el Ser?

Si dices: Sí, existe.

Yo te digo muéstramelo entonces.

Si dices: No, no existe.

 Te digo, ¿qué es entonces lo que está escuchando estas palabras?

Dando una golpe en la mesa, -Despierta! el tao está justo delante de tus narices!»

Así que, reconociendo la imposibilidad de compartirlo o explicarlo en palabras, recurro a aquel viejo haikú:

«En el viejo estanque

Salta una rana

¡plop!

                                                  Basho»

“En el viejo estanque salta una rana” es la idea, es el pensamiento, es todo el rollo que escribí.

¡Plop! es el hecho no pensado, es la realidad.

¡Pplop!

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1.Podemos definir Satori, dentro del contexto zen, como esa experiencia repentina y abrumadora, y completa en si misma

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